sábado, 31 de mayo de 2008

Ayer, feos "adolfos", oreja de El Fundi pero Talavante pincha la puerta grande

Madrid. Las Ventas Viernes 30 de mayo de 2008. 23ª de San Isidro. Tarde muy nublada y fresca con casi lleno. Seis toros de Adolfo Martín, en escalera. El Fundi, silencio y prendido de la taleguilla, oreja. Diego Urdiales , gran ovación y silencio. Alejandro Talavante, silencio tras pitos para el toro y aviso y gran ovación.
Del Moral: "Toros y toreo en escalera".
Muy desigualmente presentada y a todas luces impropia de Madrid la corrida de Adolfo Martín. Nada que ver los muy cuajados y bien armados que se lidiaron en primer, quinto y sexto lugares con los terciados y feamente encornados segundo, tercero – inadmisible por feo – y, si me apuran, también el cuarto.
Y por lo que se refiere a su comportamiento, asimismo mitad y mitad porque el primero fue pésimo aunque tratable; el segundo muy soso y enseguida apagado; mucho más potable que los anteriores el tercero; franco sin clase el cuarto; sin apenas brío ni casta el quinto aunque se dejó muy caro por el lado izquierdo; y noble el mejor de todos sexto que se fue muy arriba tras blandear y hasta disgustar a no pocos aficionados en los primeros tercios.
El Fundi que, acertadamente, no banderilleó a ninguno de su lote, cortó por lo sano su desconfiada labor muletera con el que abrió plaza aunque lo mató con mucha habilidad. Jugándosela, se acopló mediada la faena por muy cantados naturales y cortó la oreja del cuarto gracias a la emoción que produjo resultar dramáticamente prendido al entrar a matar y, de milagro, no resultar gravemente herido tras la sensación de haber sido ensartado.
Diego Urdiales, fácil, resuelto, gustándose y muy torero con el segundo. Y, en cambio, extrañamente prudente y sin dar el paso con el quinto al que mató muy mal.
Alejandro Talavante, templado y bien de capa toda la tarde con lo que anunció estar recuperado de su largo bache, anduvo sin embargo como un zombi con el pésimo tercero. Pero resucitó con una celebrada faena al sexto del que no cortó una oreja por pinchar y repetir con el descabello. Este volver a ser del extremeño fue la más grata sorpresa de la tarde.
Mario Juarez: Muchos nos reconciliamos con Madrid. Que tan desconcertante ha sido estos últimos años. Pero hoy recobró su categoría al otorgar una oreja de ley a un estoconazo. Antes había marcado ese rumbo. Se protestó a los toros que lo merecieron de salida (el segundo) y a muchos al arrastre, por mucho albaserrada que fuesen, respetaron e incluso arroparon a los toreros, y valoró lo que hizo en el ruedo. Eso sí es Madrid. Chapeau por tanto.
El quinto fue otro toro de esos distraídos y sin celo. Noble, tomando el engaño, pero al paso cansino. Casi mular. Urdiales quiso pero no hubo opción. Bien puesto el torero, lo intentó incluso en el uno a uno, de frente, al natural. Pero no había nada que sacar.
Así las cosas, saltó a la arena el sexto. Para hacerle un favor al ganadero y para dar a Talavante la opción de reencontrarse consigo mismo. Por muchas cosas. Hizo cosas buenas desde que salió. Descolgar en el capote, mismamente. No paró de humillar el toro, que se vino pronto. Con gran nobleza. Talavante brindó al público entonces.
A carta cabal, en los medios, de largo, Talavante sorprendió con tres muletazos de tanteo a dos manos, flexionadas las piernas. Templados todos. Le dio sitio el torero y se vino arriba. Talavante el grande. Abrió con cuatro muletazos al natural, ya por bajo, muy templados. Gustando y gustándose. Al quinto se quedó fuera y el toro hizo presa. Una formidable paliza. Tremenda. Empalado Talavante, no caló el pitón.
Afortunadamente, quedaba mucha mecha por delante. Repuesto el torero, se metió en faena con otra tanda limpia y vertical al natural. Breve, dosificando el animal. Tres y el de pecho. Y a la mano diestra, que iba a ser la de las series grandes. La primera resultó muy ligada y templada, llevando al toro largo y siempre empapado en la tela. Quedaba aún lo mejor. El toro, en los medios, se paró un par de veces y le hizo radiografía de rigor. No se inmutó Talavante, que fijo, tocó con la tela y le obligó a pasar. No al pasemisí, sino llevándolo largo, muy largo.
Se repitió la película en otro par de tandas. Curiosamente, en los terceros muletazos. Ahí le costaba al animal seguir el hilo de la cosa. Paradita y mirada. Feliz se vio a Talavante, sonriendo incluso cuando ahí estaba aguantando. Tres series colosales. Madrid a punto del delirio, sombrero al ruedo incluso.
Talavante abrochó la faena por bajo. Como hiciera en su debut isidril de novillero. Por trincherazos de mando y poder. También de temple. De uno de ellos salió el toro cuadrado, y Talavante atacó con la espada. Falló hoy, como ayer. Se esfumó el triunfo. Pinchazo, estocada y descabello que le dejaron sin puerta grande. Sin perdón tampoco. Queda la faena, los momentos tan intensos y la confirmación de que Talavante, en el gesto de la feria, no iba de farol.