sábado, 15 de noviembre de 2008

El color del toreo: lo que u alemán vió

VICTOR ZAR G.


ERNST WILHEM MIDDENDORF (1830-1909) fue un médico alemán quien, influenciado por las lecturas de Humboldt, decide viajar al Nuevo Mundo. Al recorrer el Perú, entre 1859 y 1862, surge en él un vivo interés por lo prehispánico, que lo motiva a estudiar lingüística y arqueología en Alemania. A su retorno, viaja por el Perú registrando el patrimonio arqueológico y natural durante 25 años. Middendorf sintetizó su trabajo en una ambiciosa obra llamada "PERÚ", publicada en Alemania el año 1894. Su agudeza para la comparación y el análisis así como su minuciosidad en la descripción y el registro, hacen de Ernst W. Middendorf un notable precursor de la investigación arqueológica en el Perú.

1) “Las corridas de toros de Lima son casi tan antiguas como la ciudad (...) Cuenta el Padre Cobo, que cuando se inauguró la Plaza Mayor (1576), entre las diversas fiestas organizadas se realizó también una corrida de toros, en el mismo lugar. En adelante, no faltaron en ninguna de las fiestas oficiales, que con asistencia de todos los dignatarios civiles y eclesiásticos y las autoridades, eran celebradas con motivo de grandes sucesos, tales como la ascensión al trono, el nacimiento de un príncipe de la Casa Real, la llegada de virreyes y de noticias de acontecimientos favorables.

El virrey y los miembros de la Real Audiencia tomaban asiento en las galerías del Palacio de Gobierno, el Arzobispo, el Cabildo de la Catedral y los frailes de las diversas órdenes, en los balcones de la sala capitular y de la Catedral, los alcaldes y regidores, encima de los portales del Ayuntamiento y el pueblo en los tablados levantados alrededor de la plaza. A las 2 de la tarde, aparecía a caballo el virrey, con un brillante séquito, daba una vuelta a la plaza delante de los tablados y era recibido por la multitud con gritos de júbilo, mientras que desde los techos de las casas le arrojaban flores. Luego regresaba a Palacio, tomaba asiento en un sillón colocado debajo de un palio en la galería, y daba la señal para que comenzara la fiesta con el grito de “Viva el Rey” y arrojando la dorada llave del toral. El sitio en el que se encerraban los toros estaba situado en la calle Judíos, frente al costado de la Catedral”. (Pág. 426)

2) “Durante la época colonial sólo se realizaban anualmente ocho corridas de toros, en los días que señalaba el Gobierno. Después se agregó otra, la del día de Cuasimodo. (AQUEL QUE SIGUE AL DOMINGO DE RESURRECCIÓN La palabra Quasimodo nada tiene que ver con el famoso Quasimodo (El jorobado de Notre Dame) ni con el siciliano Salvatore Quasimodo que fue Premio Nobel de Literatura. Quasimodo es un SÍNCOPE de dos latinajos: QUASIS Y MODUS que significa DE LA MISMA FORMA... así comenzaba el introito de la misa del domingo después del de Resurrección y en el que se celebraban ciertos ritos los paleocristianos), y sus ingresos se destinaban a beneficio de la Escuela de Medicina. Durante un tiempo, todas las corridas de toros fueron transferidas a los lunes, a pedido del clero.

Como el pueblo, por su afición se dirigía desde las primeras horas de la mañana al coso y pasaba ahí gran parte del día, a fin de asegurarse un sitio para la corrida, muchos descuidaban la misa. Los curas, preocupados por la salud de las almas de su grey, solicitaron de las autoridades civiles, que se trasladara a los lunes las corridas de toros, como ya se había hecho en España. Sólo en la década del 50, las corridas de toros se realizaron nuevamente los domingos o días de fiesta. Posteriormente aumentó también el número de corridas, y se realizaron doce por año, en cada una de las cuales se lidiaban 12 toros; ahora se realizan algunas corridas más, aunque el número de toros ha sido limitado a ocho; una modificación atinada, pues el espectáculo, ya en sí monótono, llega a fatigar hasta a los más aficionados si se repite 12 veces. Las corridas de toros siempre se realizan en verano, o por lo menos en tiempo soleado y caluroso, en las otras estaciones. En tiempo frío y con cielo cubierto, los toros no son aptos para la lidia, pues pierden su agresividad e ímpetu.. Mas para poder realizar las diversas suertes de que se compone el espectáculo, así como de la muerte con espada, es necesario que el toro acometa y se halle en movimiento” (Pág. 428)


ERNST W. MIDDENDORF “PERÚ” (Tomo I, Lima, 1° versión española, 1973, Universidad Nacional Mayor de San Marcos)