sábado, 24 de abril de 2010

Para-tauromaquia

Según COPE...
Sevilla, sábado 24 de abril de 2010. Lleno.5 toros de Torrestrella, de diferente presencia –algunos anovillados y sin remate-, mansos, sosos, descastados pero con algún juego. 1 toro de Toros de la Plata (5º bis), manso, descastado, boyar.Manuel Díaz, el Cordobés, silencio en ambos. Francisco Rivera Ordóñez, silencio en ambos. David Fandila, el Fandi, ovación y ovación (aviso).

Nos quejábamos días atrás de la falta de autenticidad, de la no asunción del riesgo, del toreo mentiroso, o de aquellos que daban pases sin torear, esto es, sin decir el toreo, simplemente simulando las suertes y haciendo que el toro deambule por las proximidades del diestro. Nos quejábamos, con razones fundadas, salvo con las concretas excepciones que hemos ido señalando, porque todo ello va en detrimento de la propia tauromaquia. ¿Pero qué decir del espectáculo que hoy en día nos ha regalado la empresa Pagés en la plaza de Real Maestranza de Caballería sevillana?.

Esto es otra cosa, no es el arte del toreo, sino un espectáculo utilizando toros, donde todas las normas del arte, del riesgo y de la autenticidad se subvierten, se orillan, se hunden en el fango del populismo, mientras por allá naufraga en los escollos el verdadero toreo. ¿Cómo contarles, sin recurrir al ditirambo carnavalesco, este festejo?; ¿cómo explicarles que esto es otra cosa, sin hacer comparaciones constantes con el auténtico arte, aquel que conmueve los sentidos y las emociones? Esto de hoy, hace reír, la gente clama y grita como en el fútbol, ruge ante las atléticas carreras de un espada poniendo banderillas, su portentosa capacidad de correr para atrás hasta cansar al toro; se levanta de sus asientos al ver el salto del batracio o dar un salto con giro en la cara del toro para rematar con un pase por alto la serie (llamarlo “de pecho” sería incongruencia artística y exageración sin cuento); se apasiona con los palmetazos en las nalgas del bicho, los agarres al lomo de la res (poniéndole la muleta por delante para un tornillazo sin fin con la muleta, pero sin pasarse jamás los pitones por la faja) y otras lindezas para-tauromáquicas. Antaño lo fueron el hombre hierba, que puso de moda el propio Don Tancredo, el banderillear en moto o bicicleta, el poner veinte banderillas de un golpe (hazaña que realizó Juan Núñez Sentimientos en 1817), los saltos de garrocha, trascuerdo o testuz, el lazar y montar los toros, el picar en burros y otras zarandajas. Y tendían también su público. Pero nadie con sentido común, comparaba aquello –siendo digno y a veces muy meritorio- con Pedro Romero o Costillares, Francisco Montes Paquiro o el Chiclanero, Lagartijo o Frascuelo, Guerrita, Reverte o Mazzantini, o Joselito y Belmonte. A nadie en su sano juicio, claro. Era… otra cosa, para-tauromaquia.