viernes, 20 de abril de 2012

Cumbre Manzanares en Sevilla, Puerta del Príncipe con pleno de trofeos

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4 orejas se dicen pronto, pero no lo es tanto si tenemos que contar la tarde cumbre que ha dejado escrita el joven maestro Josemari Manzanares en el albero de la Real Maestranza de Sevilla. 
 Un encierro que adoleció de andar justo de fuerzas, bajo de raza, ante el que en su mayoría los toreros debieron tapar las dificultades y ayudar para que los dejaran lucir algo. Si tuvo una virtud  fue la nobleza en distintos grados. 
Ante tal mimbre Manzanares construyó dos faenas distintas pero con fundamento técnico similar. La firmeza, su pasmosa seguridad para resolver a cada segundo en la cara del burel, la sutileza en el toque y también en el trazo, más aún al vaciar las casi vacías embestidas de los toros que cuando llegaban con poco recorrido, pulsear y porfiar fue la clave.


 Si cumbre estuvo en el primero, casi tocó el cielo con su toreo quintaesenciado, por lento -lentísimo-, casi a camara lenta, muleta prodigiosa, de sutilezas, mimo y tiento. Convenció al toro de pasar aunque sea a media altura para dejar una honda huella de arte en la dorada arena. Sublimó el toreo por naturales. Las estocadas, enormes cual monumentos.
 Ambas, dejándoselo venir, trayéndoselo, toreándolo por abajo, en medio natural para pegar el puñetazo arriba con el toro en sus pies. Un maestro del acero.

Y porque cuando las cosas se dan... o está escrito que así sea, en esa obra, después de los saludos capoteros de cateogría, en el primero, hasta el quite de Talavante fue de cartel cada delantal, por lento, marcado y acompasado.
Talavante no tuvo suerte con su lote. Sacó la poca agua del pozo, dejándoselo llegar, sin agobiarlo, exponiendo, consintiendo pero a la vez templando con firmeza. Cortó oreja que no puedo revalidar con el último al que pinchó tras una labor en la que se esforzó y robó muletazos a un toro que no ofrecía nada.
Padilla, que recibió una ovación cerrada y cariosa del público al romper el paseíllo, no estuvo acertado con los palos, se esforzó con el primero que tuvo el mejor son de la corrida y le tocó uno malo en 4o lugar.

Tarde histórica que contará que el dios se hizo carne y se llamó Manzanares. Era el dios del toreo. Su padre, desde el callejón, vivió, padeció y disfrutó del toreo y de su continuidad. 'si el alumno no supera al maestro, entonces estuvo mal el maestro' espetó al micro de la tele, 'no se cual será su techo'. Y la Maestranza se puso de pie. Se rindió al toreo eterno.

Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Novena de abono. Lleno de "no hay billetes" en tarde gris de agradable temperatura. Toros de Victoriano del Río, 4º y 6º con el hierro de Toros de Cortés, correctos de presencia, nobles y manejables. Extraordinario el 3º.

Juan José Padilla (de berenjena y oro): saludos y saludos
José María Manzanares (de azul marino y oro): dos orejas y dos orejas
Alejandro Talavante (de caña y oro): oreja y saludos
fotos Burladero.com

Incidencias.  Manzanares invitó a saludar a su cuadrilla completa tras su apoteósica vuelta al ruedo en mérito a reconocerles el buen trabajo realizado en la lidia del 5o que contribuyó a su salida por la Puerta del Príncipe. Foto mundotoro