jueves, 28 de enero de 2016

Acho, en Semana Grande ante su Sesquibicentenario (II)

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Ayer rompimos fuegos con los festejos en torno a los 250 años de la plaza de toros del Acho que se cumplirán este sábado 30 de enero en este año 2016. La reunión fue en la peña Centro Taurino de Lima, décana de las instituciones taurinas del Perú con más de 100 años de vida institucional. Allí disertó anoche el Dr. Héctor López Martínez sobre la historia de nuestra plaza de toros y como es y será parte de la historia del país. Por eso y con este motivo, continuamos con nuestro homenaje histórico del coso más antiguo de América en días de su Sesquibicentenario.


El Siglo XX en la plaza de toros del Acho…

En 1900 Lima tenía 130 mil habitantes y había entrado al siglo XX con la secuela amarga de la Guerra del Pacífico, un país yacente según Basadre, en tiempos de reconstrucción de la que no fue ajena el Acho.

Fue tiempo en que se instaló la polémica entre aficionados, pica sí, pica no. Aunque el deseo creciente era contar con el primer tercio “a la española” y que las corridas pudieran ser a usanza de las regidas por el reglamento de Madrid de 1880.


Fue el 13 de abril de 1902 que se anunció en Acho que 4 de 6 toros serían picados por los varilargueros españoles Manuel Martínez “Agujetas” y Lucas Rondero “Luquillas” a órdenes de Bonarillo y Algabeño Chico. Recibieron 18 puyazos y mataron 4 caballos. Los diarios destacaban la labor de Agujetas que marcaría un hito en la historia taurina limeña por más de tres lustros. Ese día se instaló la Suerte de Varas en competencia con la Suerte Nacional, que con el tiempo se perdió.

En 1905 llega el tranvía eléctrico a la ciudad de Lima que aproximó a los distritos de Miraflores, el Barranco, los Chorrillos y el Callao. Y en el año 1906 llegó el matador español Vicente Pastor a la ciudad de los Virreyes. Admirado por Alfonso XIII y reconocido por la Villa y Corte de Madrid, acusó el bache de novillero a matador y emigró “desesperado para no ir a para al montón del olvido, renuncié hasta de mis amores, dijo, y me embarqué al Perú”.

En 1908 se filma la primera corrida de toros en el país toreaban “Gordito” Bonarillo y Padilla con toros de Chocas. Acho ya costaba 6,500 soles por el año de alquiler. La población capitalina se incrementó a 154,617 personas.

España taurina empezaría a vivir la revolución del toreo en manos de Belmonte y América viviría el desembarco del primero de la Dinastía Bienvenida, el Papa Negro.

A Lima llegó en 1916, abucheado en su presentación, se encerró con seis el domingo 13 de febrero de ese año y ¡ocurrió el Milagro! Estuvo sensacional, toreando, bregando, banderilleando. Los que protestaron arrojaron cencerros y campanas al ruedo. En unos años volvería como mentor de sus hijos.

A finales del año, el 24 de diciembre, se presentó en Acho que lució un lleno de bandera, la primera figura en apogeo de su fama que Lima vio, el mexicano Rodolfo Gaona. El aforo entonces era de 10 mil personas, como hoy. El León de las Aldamas era fino y garboso, con indescriptible belleza plástica en su toreo. Cortó oreja y cola esa tarde.


Al año siguiente, 1917, Acho vería debutar a Belmonte, vino cinco temporadas más. Conquistó a los limeños dentro y fuera del ruedo. Belmonte traspasó las fronteras circulares de la arena y se convirtió en un ídolo del pueblo que lo fue a despedir en multitudes.

Tiempos en que en Lima repicó –como en España- la edad de oro del toreo. Joselito Gómez Ortega, El Gallo, toreó en Acho el 14 de diciembre de 1919, no estuvo fino y del tendido gritaron Viva Belmonte. Actuó 10 tardes y mató 27 toros. Acho fue la única plaza fuera de España en la que toreó.

Cuenta López Martínez que el traje que vistió la fatídica tarde de Talavera fue confeccionado en Lima. Un año después llegaría su hermano “El Divino Calvo” y al año, Ignacio Sánchez Mejías.

Del 1920 a 1931 se duplicó la población de mestizos en Lima, de 71,688 a 144,527 habitantes en tanto que la de blancos se incrementó en 30% alcanzando 94,998. En 1938 el registro unifica blancos y mestizos, censados fueron 370,643.

 Entrando a la década del 30 y del 40 llegarían las figuras del momento, Cayetano Ordoñez, Vicente Barrera, Joaquín Rodríguez “Cagancho”, Victoriano de la Serna, Fermín Espinoza “Armillita”, Domingo Ortega, Lorenzo Garza entre muchos otros. De lo nacionales Sussoni, Elías Chávez, El Nene, Montani, Rovira… y el surgimiento de la Dios Rubia del Toreo.

Acho repercutía en la sociedad grandemente, tertulias
y convivios de la ciudad que por su vinculación se convirtió también en una sociedad taurina porque los toros estaban de moda en Lima. Y los limeños crecían su afición y conocimientos en los tentaderos de aficionados. Acho, y la tradición taurina limeña, eran el archivo del criollismo como dijo Antonio Garland.

Cuando España vivía su post guerra civil llegó con el año 1945 la modernidad en los toros aquí. Acho sufrió una remodelación bajo la batuta de don Fernando Graña que se propuso que Lima sin abandonar su coso tradicional en sus perfiles auténticos y característicos contara con una plaza de toros amplia y cómoda, amplió su aforo a 13 mil personas y redujo el ruedo a la dimensión que muestra hoy.



Se reinauguró el 7 de enero de 1945 con los toreros españoles Rafael Ponce “Rafaelillo”, Juan Belmonte Campoy y el torero peruano Adolfo Rojas “El Nene” que tomó la alternativa, se lidiaron seis toros de “La Viña”, de propiedad de don Víctor Montero, con divisa celeste y blanca.


Poco más de un año después llegaría a la capital peruana Manolete, torero de moda, revolucionario del toreo que se presentó en Lima en uso de sus facultades de mandón del toreo. 

Su percance en México semanas antes de llegar hacía un hervidero el mentidero local. Manolete pisó suelo limeño el jueves 7 de marzo de 1946 a la 1.20 de la tarde en el aeropuerto de Limatambo. Descendió de un avión Panagra que lo trajo desde México con escala en Guayaquil. Lo recibieron más de mil aficionados. Los toros seguían estando de moda en Lima. Se presentó en Acho el 10 de marzo con Belmonte Campoy y Carlos Arruza ante toros de La Viña.

Todo este revulsivo atrajo más aficionados y posibilidad de contar con las principales figuras españolas y americanas. Acho repercutía también en la prensa de la época… Diarios, revitas, radios se ocupaban de toros y de toreros. Las revistas taurinas nacionales eran La Faena, Toros, Acho, Sol y Sombra entre otras; la página tauriana de El Comercio de los lunes y luego de La Crónica y La Prensa. Tertulias de aficionados se daban en la Asociación de Artistas Aficionados, en el Tentadero de la Legua, la camisería Melzi, el café El Patio en Huancavelica con Camaná, el restaurante Raymondi, el Hotel Maury entre otros.

A sugerencia del cronista de El Comercio Zeñó Manué, ese año también se reabrió la plaza de toros en octubre para dar inicio a la Feria del Señor de los Milagros, en homenaje al Santo Patrón de la ciudad, para que Lima cuente con una feria como sucede en las principales ciudades del orbe taurino. Con el significativo cambio para los limeños de no ver toros en verano sino en primavera.



Así fue que el sábado 12 de octubre de 1946, se inaugura la Feria de Octubre, denominada  al año siguiente “Feria del Señor de los Milagros” en homenaje al Patrón de la ciudad.  Pasean el histórico anillo Manuel Rodríguez “Manolete”, Luis Procuna y Alejandro Montani. España, México y Perú representados ante un lote mexicano de “La Punta”.  La historia cuenta que fue Procuna el que corta las dos orejas al único toro lucido de la tarde, lidiado en  
segundo lugar.
 
En esos años el país también vivía cambios que marcarían su futuro. Lima empieza a ver el surgimiento y crecimiento de los conos al Norte, al Sur y al Este. Migrados de las provincias formaron las barriadas, 97 entre 1910 al 49 (39 años) y 59 más contabilizadas en los siguientes 10 años, de 1950 al 59. Hechos que cambiarían el perfil del poblador limeño, hasta ese momento considerado un limeño clásico.

Las historias y triunfos durante la feria nazarena ya son historia reciente y los cambios sociales en la capital nos hacían ver que una nueva Lima se había conformado. Acho contaba con llenos en días de corridas, incluso novilladas. Lima tenía censado al año 1961, un millón 800 mil habitantes de los cuales la mitad habían nacido en provincias.

Pero Lima ya no sería más para los limeños. Y acaso Acho dejaría de ser, con el paso de los años, el bastión del criollismo de los limeños porque los ‘nuevos limeños’ no tendrían identificación con la celebración patronal de la capital, por venir migrados de las provincias del Perú.